¡Coma callao, coma callao! Los 100 años de ‘el demonio’, Tony Zúñiga
El intérprete del clásico ‘Brisa de diciembre’, ‘El Platanal’, ‘Pompo del 66’, entre otras piezas, fue una de las voces más versátiles del Caribe colombiano.
Por Roberto Llanos Rodado
Octubre, instituido en el país como el “mes del artista nacional”, cierra su último día de este 2025 con una fecha memorable: la conmemoración de los 100 años del natalicio de Tony Zúñiga, sobresaliente figura del canto y la composición de la música costeña de todos los tiempos.
Nacido el 31 de octubre de 1925 en el puerto de Santiago de Tolú, –cuando pertenecía al entonces Bolívar Grande– y ahora pujante polo de desarrollo turístico del departamento de Sucre; Tony Zúñiga ha sido una de las voces cuyo legado ha contribuido a que nuestros ritmos autóctonos no queden relegados al pasado y conserven autenticidad y vigencia.
Manuel Esteban Zúñiga Zúñiga, su nombre de registro, supo con una voz aguardentosa que invita a la rumba y al baile, cincelar en el sentimiento de unas tres generaciones una música que llega fácil al corazón de la gente
El sabor y la espontaneidad de su espíritu alegre y bullanguero, hicieron que toda la rítmica del Caribe que interpretó: porro, mapalé, cumbia, bullerengue y la música afrocubana, cobrara mayor vida con su canto.
Por todos estos méritos y dada la circunstancia especial de la celebración de su centenario, Zona Cero quiso profundizar en detalles poco conocidos sobre el pasado de Tony Zúñiga, a efectos de mantener viva su herencia musical y darla a conocer a las nuevas generaciones.
Para ello rastreó sus huellas familiares, hasta encontrar y dialogar en Tolú con doña María del Carmen Palomino Zúñiga la única hermana que le sobrevive, quien a los 88 años aún guarda frescos en la memoria recuerdos del artista.
Esta remembranza incluye los inicios en el canto, estimulado por el impetuoso brío de su juventud; hasta la triste y desagradable muerte que sufrió a la edad de 79 años, totalmente incinerado en su residencia del barrio San Isidro, en Tolú.
Tony Zúñiga dejó para los anales de la historia musical del país, una cantidad de piezas que se convirtieron en clásicos de nuestro folclor.
Para mencionar algunas están: Brisa de diciembre, El Platanal, Tremenda pachanga, El Gago, El gato de Chepa, El gallo blanco, El pompo del 66, Suéltala pa’ que se defienda, y una larga lista que resultaría interminable.

Remembranzas de la hermana
Con el corazón alborotado por la nostalgia al evocar la vida de su célebre hermano, a la “Niña”, –como es conocida María del Carmen en el seno familiar– lo primero que se le viene a la mente antes de cualquier cosa relacionada con la fama que este alcanzó, es la personalidad afable y cariñosa que lo distinguía en el hogar y en medio de su comunidad, una tierra humilde de pescadores y campesinos.
Aún no trascendía con el apelativo artístico de Tony Zúñiga, sólo era conocido como el ‘Chino Poso’, apodo que heredó de su padre José Isabel Zúñiga Romero, el original ‘Chino Poso’, un hombre dedicado a las faenas del campo y a la pesca a mar abierto.
“De ‘niñito’ él mostró que la música era parte esencial de su vida, y cuando fue creciendo se mostraba como una persona brillante, de esas que deslumbran por su trato con los demás, de las que caen bien”, comenta con desenfado la señora.
Esa afición por el canto es probable que la haya acogido de su madre, Josefa Zúñiga Gómez, conocida como ‘Chepa’, quien en el hogar cantaba a capela los boleros de la época, que llegaban a través de la radio por la frecuencia de onda corta de las estaciones cubanas.
Igualmente pudo haber incidido en su vena artística, la dedicación del padre a la interpretación del ‘pito atravesao’, instrumento típico de la región especialmente en la ejecución de la gaita.
Esto no pasó desapercibido para el joven Tony, quien también sonó con destreza el citado pito.
“La vida de ‘pelao’ de mi hermano pasó tranquila, como agricultor y a ratos pescador. También le gustaba jugar béisbol los fines de semana con ‘Los Marinos’, un equipo de aquí de Tolú”.
La mujer entrelaza enseguida la primera etapa musical de Tony, con esa misma época de pelotero incipiente y hombre de campo.
“Él se inició como cantante del sexteto Macabí, también de aquí de Tolú, un grupo pequeño que imitaba el sonido de la Sonora Matancera de Cuba, ahí empezó a darse a conocer y su voz comenzó a gustarle a la gente”, añade.
Podría contar con unos 15 o 16 años, según le permite calcular su mente trajinada por el paso del tiempo.

Consciente de que estaba dando los primeros pasos para dejar los cultivos en Tolú y dedicarse de lleno a la música, Tony decidió mudarse a Cartagena.
Quería sentir más de cerca la temperatura de una ciudad con mejores perspectivas para el canto y el deporte.
Cuando llegó a Cartagena no tenía a nadie que guiara su entorno, era nuevo en ese mundo y sólo se tenía a sí mismo con el talento que lo acompañaba.
Por eso busco refugio en el amor, y contrajo nupcias con América Barrios Altamiranda, joven de Tolú con la que se encontró por casualidad en La Heroica.
Con ella tuvo tres hijos: Abelardo, Pepsi Manuel y Noris Zuñiga Barrios.
Comienza a abrirse paso en el canto
Su espíritu inquieto lo llevó a buscar en Cartagena los sitios y a las personas adecuadas para mostrar su talento vocal.
Rápidamente estableció contactos con las figuras del momento, Rufo Garrido, Pedro Laza, los hermanos Moreno, los hermanos De la Barrera, Manuel Villanueva y los Piratas de San Felipe, orquesta Los Pipiolos del hotel Caribe, entre algunos.
Inició su popularidad con la orquesta de Rufo Garrido interpretando el tema el Ten con Ten, que fue una de sus primeras grabaciones.
Comenzó así en firme su trayectoria musical, que lo traslada luego a Barranquilla, aquí hizo contacto con el maestro Aristides Marimón, quien conformaba con sus hermanos una banda que convirtió más tarde en orquesta.
Los Hermanos Marimón tenían la sede en el populoso barrio Las Nieves, carrera 19 con calle 23, cerca del parque del sector. Corrían los años 53 o 54.
Superada esta experiencia retorna a Cartagena, permanece cierto tiempo allí, y regresa a Barranquilla atraído por un proyecto de Discos Tropical, para conformar la orquesta de Jesús Nuncira Machado.
Durante este ciclo en ‘La Arenosa’, al lado de Nuncira, logra consolidar un éxito rotundo, que cimenta su nombre como gran figura de nuestro canto.
Quien entrega para Zona Cero este periplo del maestro Tony Zúñiga, es el profesor universitario, investigador musical y coleccionista versado en nuestra música vernácula, Arnold Tejeda, quien en su niñez tuvo varios acercamientos con el toludeño.
“Lo conocí porque estuve varias veces en Las Nieves acompañando a mi papá, a quien Aristides Marimón invitaba a reforzar la línea de saxos de su orquesta. Tony también visitó mi casa en muchas ocasiones, por el mismo motivo. Mi padre era músico”, explica el profesional.
Arnold lo recuerda como un joven moreno, “pimentoso”, dicharachero, de excelente sentido del humor, de buen vestir, que hablaba y se movía con desparpajo.
“Era una de esas personas que como uno dice en la Costa ‘se espantaba solo’, un tipo muy genial, muy particular, mucho al estilo de Jairo Licazale, que también era así, con ese tipo de temperamento, al que todo le sacaba chiste”.
El profesor Tejeda ratifica la versión que sobre la práctica del béisbol, nos dio en Tolú la hermana de Tony, la ‘Niña’ María del Carmen Palomino Zúñiga.
“Yo lo vi jugar béisbol aficionado en el estadio Tomás Arrieta por allá por los años 63 y 64, en Intermedia, una categoría del torneo local de pelota caliente. Era lanzador, un buen ‘pitcher’, además. Lo veía porque yo estudiaba en el Codeba, que tenía un equipo en ese mismo campeonato e íbamos a hacerle barra”, precisó.

Un tenor popular
Ya en el plano artístico Arnold Tejeda califica a Tony Zúñiga como un “tenor popular”, quien como muchos artistas de la época no tenían la voz muy educada, pero sí sabía interpretar las canciones con las indicaciones de los directores.
“Para mi él se desempeñó con lujo de detalles con los ritmos de nuestro trópico, como la cumbia, el porro, el mapalé, incluso la música afrocubana, pues grabó algunos temas de esa índole con Nuncira Machado y Los Corraleros.”
Tejada lo define como dueño de una voz muy versátil, que se le midió sin titubeos al desafío de cantar boleros, una lírica ajena a su estilo más pachanguero.
“Dirigido por Pacho Galán logró grabar el bolero Negrura, que hizo popular Rolando Laserie, la grabación existe, yo tengo una copia, porque el disco original es muy difícil de conseguir, pero lo hizo muy bien como lo hizo Víctor Piñero, con Los Melódicos”, asegura el experto.
Para explicar esta habilidad vocal de Tony Zúñiga, Arnold manifiesta con su vasta trayectoria de investigador musical, que todo consistía en que no prolongaba la voz con el vibrato, lo que normalmente hacían Cheo García o Luis Carlos Meyer.
“Tony, junto Víctor Piñero y Crescencio Camacho, eran cantantes que, como lo exigían los maestros, alargaban la nota en la que terminaban, y eso les salía muy bonito. De ahí el gran gusto por su canto”.
Su paso por Los Melódicos
Un detalle significativo en la carrera artística de Tony Zúñiga, y tal vez poco conocido, o por lo menos escasamente mencionado en su currículum, fue un paso fugaz que tuvo con la orquesta venezolana Los Melódicos de Renato Capriles, una de las más afamadas del continente.
“Supe a través de Marco T. Barros Ariza, que cuando ocurre la muerte de Víctor Piñero (5 de enero de 1975), cantante líder de Los Melódicos, la orquesta tenía contratada para cuatro días después una gira por Estados Unidos, y al que invitó Renato en reemplazo de Víctor fue a Tony Zúñiga”.
“Para ello tuvo en cuenta el ‘color’ de su voz, que daba casi el mismo tono de la de Piñero, y sobre todo esa gracia para poder cantar la música tropical colombiana y de Venezuela. Tony alternó con Perucho Navarro, el otro cantante estelar de Los Melódicos. Marco T fue testigo de excepción porque participó en esa gira, invitado por Renato Capriles”, rememora Arnold Tejeda de la historia contada por el inolvidable periodista.
“Coma callao, coma callao…”
A sus aptitudes artísticas ya mencionadas, sumada a la chispa de su personalidad, se le podría agregar ciertas ocurrencias que resaltaba en las grabaciones de sus canciones, y que gustaban mucho entre la gente.
Uno de estos dichos que hizo carrera fue el de: “¡Coma callao, coma callao, coma callao compadre!”, que incluyó en múltiples grabaciones.
De acuerdo con la oralidad que surge alrededor de los artistas, con dicha frase Tony se refería a un amigo lustrador de calzado del parque Centenario de Cartagena, al que frecuentaba todas las mañanas.
A este personaje, según las mismas versiones, le gustaba alardear de sus conquistas amorosas y sobre todo divulgar sus escarceos de alcoba.
“Lo que se dice es que en persona, Tony Zúñiga le recomendaba a su amigo que guardara mesura con los comentarios sobre sus amoríos, pero de un momento otro se le ocurrió hacer la misma mención en la grabación de sus discos, y el ‘coma callao, coma callao’, resultó pegajoso”, narra Mario Cabarcas, funcionario judicial y ferviente seguidor de la música costeña.
“No se supo, al menos públicamente, el nombre del embolador a quien iba dirigida la sugerencia, pero en el tema El Gago, de Tony con Nuncira Machado, él da una probable pista, cuando lanza la graciosa expresión y agrega un nombre: “¡Coma callao, coma callao, compadre Henry!”, subraya Cabarcas entre risas.
Otras menciones no menos famosas y célebres en sus canciones son: “¡Ahí va, ahí va!”, expresadas en momentos en el que el tema musical alcanza una rítmica, digamos, más movida, de mayor entusiasmo para el oyente o el bailador.
Igualmente lanzaba el grito: “¡Vamos Peñaloza!”, dirigido al maestro José María Peñaloza, cuando este lo acompañaba en las grabaciones.
Era una especie de señal para que el músico entrara con el sonido maravilloso de su trompeta.
“La voz del demonio”
En este mismo sentido de las caracterizaciones que presentaba en sus canciones, Tony Zúñiga hizo igualmente famosa una especie de autocalificación en la que se proclamaba como “el demonio”, y que por las connotaciones obvias al personaje llamaba la atención, sin embargo, también era algo que gustaba en el contexto de la melodía
Textual y claramente se escuchaba: “¡La voz del demonio!”, refiriéndose a sí mismo. No se llegó a saber si fue alguien que le endosó el curioso calificativo, o resultó inventiva propia con su ya comentada picardía artística.
En todo caso, cuando se produce su trágica muerte, –incinerado en su propia casa– esa alusión al “demonio” en sus grabaciones fue objeto de comentarios y especulaciones de tintes macondianos, que asociaban el terrible incidente a supuestos vínculos del artista con fuerzas del más allá.
“Habladurías de la gente”, riposta enérgica María del Carmen Palomino Zúñiga sobre estas suposiciones, y recuerda aún con pesadumbre y lagrimeo el día de la muerte de su hermano.
“Ese día se lo pasó en mi casa, y como a las 8 de la noche me dijo que se iba a dormir. Él vivía con su hijo Pepsi Manuel. Le preparé algo de comida para que al día siguiente desayunara y lo vi marcharse”.

“A eso de la una de la mañana, en medio de tremendo aguacero, llegó desesperado un sobrino tocando la puerta. ‘¡Se murió el Gallo Blanco, está todo quemado’!, me gritó”.
Eso de ‘Gallo Blanco’ era otro apelativo con el que Tony Zúñiga era conocido en Tolú, y surgió a raíz del título de uno de sus éxitos musicales, cuando ya era una estrella reconocida.
María del Carmen salió ‘con el corazón en la mano’ a confirmar la infortunada noticia, y en efecto lo encontró en su cuarto quemado, pero aún señales de vida.
Lo trasladaron al hospital de Sincelejo, pero falleció al poco rato de haberlo ingresado a la sala de urgencias.
La mujer recuerda su cara totalmente quemada y el cuerpo reducido, carbonizado, pero para sorpresa de muchos la cama en la que dormía y otros enseres de la habitación estaban intactos, no fueron alcanzados por las llamas.
Este detalle fue uno de los que alimentó entre mucha gente, las conjeturas de supuestas causas sobrenaturales del lamentable episodio.
La hipótesis en términos más cercanos a la razón, dan cuenta de la probabilidad de que Tony haya empapado menticol en todo su cuerpo, una vieja costumbre entre algunas personas en la Costa antes de dormir para amainar el calor, y que al encender un cigarrillo, la lumbre hizo combustión con el elemento originando el fuego que lo consumió.
No obstante, 21 años después del suceso, aún no se ha develado lo que realmente ocurrió en la muerte del artista.
Colofón
Tony Zúñiga, en definitiva, dejó una marca imborrable en nuestra música, y conformó con vocalistas como Crescencio Camacho, ‘El Indio’ Chávez, El Pibe Velasco, Eliseo Herrera, entre otros, una generación de gran capacidad interpretativa, sorprendente para ese momento pues carecían de los estudios académicos pertinentes.
No obstante, supieron desempeñarse con toda la clase, el carácter, y el profesionalismo de extraordinarios cantantes, hasta posicionar nuestros ritmos a nivel continental.